«La brújula ¿Por qué siempre piensa en el Norte?»

Oscar Domínguez

Por Lía Barbery | Coach Personal. Escritora | Creadora del Sistema NeuroCoaching® | www.liabarbery.com

El prolífico artista holandés Mauritis Cornelius Escher (1898-1972) en su doble condición de arquitecto y artista, que tanto ha interesado a los matemáticos, tampoco me deja a mí indiferente con sus propuestas y exploraciones del infinito; y es que esa fusión entre arte y matemáticas con resultados fascinantes y estimulantes nos sumerge en el mundo de la emoción y el pensamiento, el gran binomio que encierra los enigmas de la complejidad de esta maravilla que conocemos como ser humano.

Más de una vez me he preguntado cuál sería el hilo de los pensamientos y emociones que imprime en el intrincado laberinto de simetrías asimétricas de sus creaciones, los hilos que reflejan la urdimbre del momento en que magistralmente lograba transmutar sus formas; invitándonos a acompañarlo a traspasar los mundos sugerentes de otras dimensiones y formas imposibles ¿Imposibles?.

Los enigmas y paradojas a los que nos enfrentan sus creaciones, hacen que nos planteemos la continua metamorfosis en la que nos encontramos a la hora de alinear nuestro complejo sistema de cuerpo, mente y emociones.

Existe un paralelismo entre el ser y el hacer del ser humano y su búsqueda del infinito donde tal vez se oculte “la verdad”, transitado por espirales que contienen nuestras “verdades” particulares, arbitrarias, condicionadas, limitadas y por ello vulnerables.

Círculos cerrados condenados a la circularidad, en una ambiciosa búsqueda de apertura hacia el codiciado campo de posibilidades infinitas.

En resumen, sus obras son un excelente ejemplo de la construcción de nuestros pensamientos y su correlación directa con el vasto mundo de las emociones. Por ello atravieso las fantásticas espirales de Escher, envuelta en la misma curiosidad y asombro con que recorro su fascinante territorio paradojal.

Sus espirales, equiparables a nuestros pensamientos, cuya progresión ascendente nos transporta hasta abrazar lo sublime, al tiempo que en modo inverso nos ahogan en los abismos profundos del dolor.

Todo depende, y ¿de qué depende?, pues únicamente del lugar que elijamos para ubicarnos.

Está claro que uno de los mayores desafíos a los que la actualidad nos enfrenta, es al de probarnos cuán flexibles y adaptables somos y cómo nos comportamos a la hora de gestionar los cambios súbitos que se suceden a ritmo vertiginoso.

¡Nuestro maravilloso, aunque ingenuo cerebro, al carecer de un ‘sistema de control de calidad’, de un chequeo ecológico, asume que el nutriente con el que lo alimentamos es el más adecuado! ,de aquí la importancia de nuestra responsabilidad a la hora de elegir estos suministros, o sea, de los pensamientos con que lo atiborramos continuamente.

Si en toda ocasión es importante, qué duda cabe que resulta fundamental y determinante, en tiempos como los que corren actualmente, que prestemos mucha atención y nos hagamos responsables de los montajes que realizamos en el momento de representar la información que recibimos.

Es así de simple: la diferencia entre subir o bajar. Entre bienestar o malestar.

El cerebro, siempre raudo a salir de manera presta a realizar construcciones, tiende a reprocesar en eternas espirales los mismos viejos pensamientos, obteniendo obviamente los mismos resultados.

Afortunadamente, y gracias a las neurociencias y la biología molecular, sabemos que la neuroplasticidad del cerebro nos da la oportunidad de reprogramarlo.

Es decir, reinventarnos como personas.

Tenemos la capacidad de interferir en este proceso que se realiza de forma automática, ajustándolo con la elección de pensamientos y mensajes positivos que suministramos como nutrientes saludables, que promoverán la liberación de sustancias químicas que dotarán al individuo de nuevas respuestas, a través de la adquisición de hábitos y comportamientos renovados.

Gracias a la creación de estas  nuevas sinapsis y conexiones neurales se posibilita el diseño de un cerebro con más y mejores recursos que dota al individuo de nuevas habilidades, más adecuadas a sus desafíos.

En términos neurológicos, somos capaces de construir estados de recursos, o bien estados de carencias o bajos en recursos, en función de la calidad de aquello en lo que concentremos la atención con mayor frecuencia.

Podríamos decir, por lo tanto, que nuestra escala neurológica está definida por la calidad de nuestros pensamientos.

Para realizar sus procesos mentales, el cerebro se vale de palabras e imágenes, así como de estímulos en forma de olores, sabores y sonidos; con todos estos ingredientes amalgamados con las propias experiencias, aprendizajes, historia personal, interpretaciones, marco de valores, etc., se obtienen resultados polisémicos congruentes a la dirección que se haya elegido.

Respira profundo, relaja tu cuerpo, despeja tu mente y sumérgete en la experiencia de visualizar, hasta identificarte totalmente con la escena allí está, un bello y saludable bosque de frondosos árboles; aprecia la enorme variedad de especies y follajes, colores y matices. Sumérgete en su mundo y disfruta con toda tu sensorialidad de sus perfumes, temperaturas, texturas y sonidos.

Si fijas tu atención podrás observar también sus semillas, recuerda que en cada una de esas pequeñas y aparentemente frágiles cápsulas se encuentra contenida la magia transformadora de la vida

Tu mente es tierra fértil, tu responsabilidad es abonarla con continuas preguntas desafiantes, que cobran hoy más que nunca una indudable trascendencia; preguntas que lleven implícitas nuevas interrogantes que excluyan la indulgencia o los eufemismos y rodeos estériles por caminos mil veces trillados.

Preguntas poderosas que darán como resultado espirales ascendentes de empoderamiento, haciéndonos los verdaderos hacedores de nuestro destino al conectar con nuestra fiable sabiduría interior.

¿Qué instrucciones le estas dando a tu cerebro?

O aún mejor, como recomienda Joe Dispenza, pregúntate cada día:

¿”Qué puedo cambiar de mí mismo para ser mejor persona”?

Te dejo aquí algunas claves:

• Desafiarnos para salir de nuestra zona de confort. Las situaciones conocidas favorecen la repetición de viejos patrones, los automatismos. Si estamos apoltronados nos inhibimos de descubrir nuevas alternativas que nos permitan alcanzar estadios no imaginados desde una situación de seguridad.

Toda vez que sientas que ya lo has conseguido, recuerda que vives en un mundo en el que lo único permanente es el cambio, así que ve en busca del futuro para hacerlo a tu medida y deja un margen para las sorpresas que te estimularán a provocar nuevos cambios. Muévete y arriesga, siempre saldrás ganando.

• Entrenamiento. La constancia y la determinación te guían hacia los logros. La práctica hace al maestro, que a lo largo de la preparación disfruta de saberse capaz de ampliar su visión al mirar al horizonte y ver más allá.

Alégrate al descubrir que eres capaz de ir un poco más allá de los límites que percibías antes de comenzar el camino. Los desánimos que se pudieran presentar, los aceptarás para tomarte un respiro y reformular de manera flexible tu ruta a seguir. Empodérate.  Que si confías en ti y te ilusionan tus objetivos, cada obstáculo es una oportunidad para que te preguntes ¿Y ahora qué?, ¿De qué otra forma puedo hacerlo?

• Potenciar la intuición. La sabiduría interior es la gran maestra para recorrer laberintos retadores. De su mano se gestionan con confianza los regalos que la vida ofrece en forma de desafíos. Aceptarlos con gratitud es dar un sí a la incertidumbre y a sus múltiples opciones, ya que el cerebro se siente habilitado para utilizar recursos que habitualmente están inhibidos o enjuiciados, por no encajar en las respuestas que se supone que debe ofrecer.

Prepárate para sorprenderte de la cantidad de recursos de los que dispones. Ya puedes vislumbrar el territorio de las posibilidades infinititas.